Rugby en estado puro, gracias.

aficion

A falta de publicar la crónica del partido queremos agradecer el apoyo de todos desde las gradas y por cualquier otro método a través de los cuales hemos recibido vuestro apoyo.

Sin todos vosotros no hubiera sido posible dar el primer paso que habrá que rematar en dos semanas.

Como muestra de lo vivido ayer os dejamos las reflexiones de Andrés Cuadrado «Andrewss», son puro rugby, son puro San Isidro.

Ayer volvió. 

De nuevo ese gusanillo recorrió mi estomago desde el momento que me enfundé la arlequinada. Esta vez no iba a jugar…., tan solo era para dar ánimos desde la grada de ese campo en el que tantos y tantos años hemos jugado, en el que tantas y tantas glorias hemos vivido, porque para los nostálgicos como yo, sólo haber jugado cada partido ha sido pura gloria, y por supuesto en el que tan bendito sufrimiento y dolor hemos pasado. 

No soy de bajar a ver los partidos y menos del San Isidro Rugby Club. Como un alcohólico que siente cada día la tentación de dar un trago que sabe que no debe ni probar si no quiere sentirse arrastrado de nuevo…., así me siento yo con este maldito/bendito deporte, con este maldito/bendito equipo. 

Pero esta vez era importante. Como la comunión de un hijo o la boda de un amigo, había que hacer un esfuerzo y confiar en que la distancia puesta de por medio hubiera matado definitivamente al vil gusano. Volvíamos a jugar el ascenso a primera, como lo hicimos y conseguimos en los primeros años cuando empecé a jugar. Era importante que la gran familia se juntara en el campo de nuevo, unos dentro y otros esta vez fuera….

Pero ahora la arlequinada me la ponía en casa, donde no olía a radiosalil, donde no se escuchaba el traqueteo de los tacos de compañeros moviéndose por el vestuario mientras cada uno sigue sus propios rituales ante el comienzo de cada partido. 

Entonces me despido de la familia…., ahora de mis hijos y no de mis padres como antaño. Cojo el coche y como si estuviera poseído, suenan los Gun’s & Roses, como lo hicieron durante tantos y tantos días en tantos y tantos años acompañándome hacia Orcasitas. 

El trayecto sigue siendo especial, el estómago se sigue enredando entre nervios y emoción. Observo los cambios en la m30, mientras intento pensar en todo lo vivido desde los 17 que empezamos a jugar hasta la cuarentena que ahora sobrellevo. Afortunadamente el trayecto no es muy largo y llego pronto al campo. 

Al llegar, veo el ambientazo, a mi sobrinaza que está cerca de tener la edad que tenía yo cuando empecé, y que allí estaba viendo a nuestros sucesores. Y cuando subo las escaleras… Ahí estaba todo, como una barra libre de primeras marcas para ese pobre alcohólico. Familia, amigos, compañeros, entrenadores, lagartijas…. Ves a la gente con la que jugabas hace 20 años…., no cito por no dejarme a nadie, pero me emociona aún más si cabe verles a ellos allí. En el campo y en la banda algunos viejos rokeros que valientemente siguen alimentando el gusano que yo intento aniquilar. Me llenan de orgullo.

Acaba el partido, lo ganamos por menor diferencia de la que en mi humilde opinión merecemos, pero es lo de menos. Pasillo que dignifica este deporte, con los niños de la escuela al frente y sigo con la envidia que me mata por dentro. No puedo sentir ese momento de gloria que al terminar cada partido uno siente, cuando vuelve al vestuario, que olerá ya más a sudor que a radiosalil para revivir sentado en tu banco las batallas del partido y gritar hasta la extenuación ese «Ohhh Sanisi». 

Pero viene el capi (gracias Miguelón por dejarme sentarme a la mesa), me agarra de la pechera con su habitual delicadeza y me dice «al vestuario!» Y me va empujando mientras le susurro para que no lo oiga que ese es el sitio y momento de los jugadores…., pero me dejo querer y voy. Lo canto y disfruto como el que más. Como aquel día en el que fui parte del primer ascenso del SIRC, en ese mismo campo, y en ese mismo vestuario…., pero unas décadas atrás. Al terminar me encantaría volver a sentarme en el banco, a quitarme los esparadrapos a tirones, a revisarme las heridas para calcular el escozor de la ducha, a mirar al suelo un rato mientras pienso en la grandeza de ese momento que sólo se consigue tras acabar un partido de Rugby (y quienes hayan jugado sabrán de lo que hablo) como tantas y tantas veces hice antes de coger mi bolsa de los últimos para bajar a tomar esas merecidas cervezas. 

Pero como no va a ser así, bajo corriendo a tomarme la cerveza con los viejos, a hablar de nuestras historias y a planificar próximas batallas con los «Old Lizards».  A la segunda ronda me escabullo…., llego a casa y paso la tarde entrando en Facebook, algo que no suelo hacer, esperando leer post y comentarios del partido, por la noche me despierto una y otra vez hasta que decido ponerme a escribir esta reflexión. 

Soy un yonky. Gracias Rugby, gracias SIRC. Nos vemos en la vuelta…

Fuencarral-El Pardo-horz[1]

 

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